Dos biotecnólogos y un economista lograron diseñar herramientas de ingeniería genética que funcionan como “tijeras biológicas” inspiradas en una bacteria antártica, que modifican el genoma del cannabis y permiten obtener plantas mejoradas para aplicaciones medicinales e industriales.
“Somos el primer laboratorio argentino que logró editar eficientemente el genoma del cannabis a nivel experimental, con proteínas reporteras que nos permiten monitorear la eficiencia del proceso”, relata Ramiro Olivera, especialista en biotecnología animal y director general de Cálice Biotech, la empresa creada e incubada por científicos de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam).
Lo acompañan Esteban Hernando, especialista en biotecnología vegetal, y Alejandro Germe, director de finanzas y estrategia del proyecto. Ubicada en el Campus Miguelete del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Unsam, la startup cuenta desde el año pasado con autorización del Conicet y el Ministerio de Salud de la Nación para sus proyectos de investigación y desarrollo con la planta de cannabis.
Por regulación, el nivel de THC de una planta de Cannabis sativa no puede superar el 0,3% para la formulación de productos de uso medicinal o farmacéutico. Por encima de ese valor, se tiene por cultivo con propiedades psicoactivas. La planta expresa naturalmente un porcentaje de THC por encima del que está permitido y habría que someterla a procesos extractivos complejos para eliminar ese cannabinoide, con elevados costos.
Desde el año pasado, el equipo se concentró en desarrollar herramientas propias de edición de genes basadas en la tecnología conocida como CRISPR-Cas9 para poder adaptar las propiedades de la planta. Con esas “tijeras biológicas”, los investigadores afirman que pueden editar el ADN de manera precisa y eficiente.
El primer paso fue identificar el gen sobre el que había que trabajar. En este caso, es el que está asociado con la presencia de THC en la planta. Luego, el equipo diseñó las “tijeras biológicas” a introducir en la planta: una enzima que “corta” ADN con una guía de ácido ribonucleico (ARN) para orientarla con precisión hasta la región del genoma a modificar.
Las pruebas de laboratorio revelaron que pudieron poner a punto ese proceso al lograr modificar efectivamente el genoma de la planta de cannabis. “Esto valida que nuestra tecnología funciona y es un gran paso en ciencia y tecnología para la Argentina. Es un gran avance tanto en el país como en la región que nos permitirá pensar en otros desarrollos de mejoramiento de interés productivo para este cultivo”, destaca Olivera.
El equipo plantea que la herramienta no tiene límites, ya que también permite potenciar los niveles de otros cannabinoides de la planta que se expresan en bajas concentraciones, pero que tengan alto potencial médico y todavía no fueron estudiados por las dificultades para purificarlos en cantidad. También permitiría regular las proporciones de los distintos cannabinoides para su uso en medicina o cosmética, a medida que la investigación médica avance en la definición de umbrales para dosificación.
Fuente La Nación